(EFE) Norman Foster, Zaha Hadid o Fenwick Iribarren son tan solo algunos de los nombres detrás de los ocho estadios de Qatar 2022, en los que el diseño se adapta a las necesidades de un Mundial que prioriza en accesibilidad, sostenibilidad y su legado tras el torneo, donde serán el epicentro de la arquitectura mundial.
Los estadios del Mundial de Qatar 2022 han sido la piedra angular de un proyecto faraónico que ha contado con los mejores arquitectos del mundo para reflejar el diseño vanguardista y aspectos de la cultura o la tradición del país, en una obra no exenta de polémica por las condiciones extremas de miles de trabajadores migrantes.
“Creo que lo primero que hicimos fue construir los estadios. Trabajamos con estándares de construcción de muy alto nivel y específicos, que son lo más eficientes posible y que funcionan para la región (…) La construcción de los estadios fue muy eficiente, hasta un 30% más eficiente que la construcción tradicional”, detalla a EFE el CEO del Mundial Qatar 2022, Nasser Al-Khater.
ARQUITECTURA MUNDIAL E INNOVADORA
Los estadios están pensados para ser sostenibles desde el punto de vista energético con el uso de paneles solares, en la gestión adecuada de los residuos y en su reutilización tras el Mundial, ya que seis de los ocho estadios se han construído con materiales modulares y, por lo tanto, podrían ser desmontados o modificados tras el torneo.
Además, será la primera Copa del Mundo de la FIFA en contar con la certificación de sostenibilidad ISO 20121 -que establece requisitos para considerarlo un evento sostenible- y en lograr que sea un torneo totalmente neutro en cuanto a emisiones de carbono.
El estadio de Lusail, en el que se jugará el partido inaugural, la gran final y varios encuentros de la fase de grupos, se encuentra 20 kilómetros al norte de la capital y fue diseñado por el estudio de Norman Foster, galardonado con el Premio Pritzker, el más prestigioso reconocimiento en el ámbito de la arquitectura.
LUSAIL, LA JOYA DE LA CORONA
Con capacidad para 80.000 espectadores, su diseño recuerda a los cuencos tradicionales árabes hechos a mano y sus luces consiguen un efecto de vida en el exterior.
“Teníamos muchas ganas de crear un emblema reconocible al instante para la final, y para ayudar a Catar a celebrar este increíble logro que ha conseguido (con la adjudicación del Mundial). Así que creamos un recipiente de forma simple. Una geometría que envuelve todo el estadio”, apunta Luke Fox, miembro senior del equipo de Norman Foster en una entrevista en Doha.
Inspirado en los farolillos fanar, y sus juegos de luces y sombras, el exterior del estadio se va iluminando poco a poco con una luz cálida que arranca con la caída del sol, mientras que el interior es un festival de luz y sonido.
“Levantamos la estructura del suelo para que cuando la gente entre al estadio llegue casi al centro (…) Da una sensación de teatro. Creamos este espacio reducido dentro, y luego sales y estás en este increíble estadio, ya sabes, con 80.000 asientos, que está inundado de luz. Queríamos crear contraste entre el interior y el exterior”, destaca el arquitecto.
El estadio se construyó con materiales sostenibles, el agua reciclada es la que riega las zonas verdes colindantes y el uso de paneles solares nutre las necesidades energéticas y el aire acondicionado dentro del campo.
“Tuvimos que trabajar en un sistema de refrigeración pasiva con una especie de fluido informático y un modelado dinámico para asegurarnos de que bajábamos la temperatura al nivel del campo para los jugadores y también para todos los aficionados. Ese fue un gran desafío. La refrigeración se lleva a cabo a través de unos niveles inferiores debajo de los asientos”, destaca Fox.